Cueva del Milodón en Chile. Un tesoro Arqueológico.
A lo largo del camino entre Puerto Natales y Torres del Paine, se encuentra una cueva cuyos tesoros arqueológicos cuentan historias de una Patagonia donde alguna vez habitó la megafauna de la zona.
En 1895, el hacendado alemán Capitán Hermann Eberhard realizó una exploración exhaustiva de las formaciones rocosas de piedra caliza en las faldas del Cerro Benítez. Durante la exploración, una enorme cueva de 30 metros de alto y 200 de profundidad llamó su atención. Fue allí donde descubrió los restos de un mamífero con garras y de gran tamaño.
Más tarde se develó que tenían 10.000 años de antigüedad y que pertenecían a un perezoso terrestre (Mylodon darwini). Los restos incluían piel conservada en tan buen estado que parecía fresca, lo que hizo que muchos pensaran que la Patagonia era una tierra congelada en el tiempo, vestigio de una época de gigantes prehistóricos. Algunos exploradores pasaron años y años recorriendo la Patagonia en vano mientras buscaban al Milodón y sus primos.
Historia de la humanidad
Quienes visitan la Cueva Grande, en el Monumento Natural Cueva del Milodón, suelen notar un brusco cambio en la temperatura al entrar. Su microclima frío y constante fue clave en la conservación de los restos del perezoso. En cuevas aledañas se han encontrado huellas de presencia humana prehistórica, restos de otras especies como el milodon y sus dientes de sable, y un pequeño pariente extinto del caballo.
"Las cuevas del monumento y el ambiente natural representan la historia de la humanidad," dice Rodrigo Rodríguez, administrador del Monumento Natural Cueva del Milodón. "Las cuevas nos entregan detalles tangibles de los distintos procesos naturales y eras por las que ha atravesado y a su vez nos permiten disfrutar el paisaje actual."
Más allá de su importancia arqueológica, la cueva en sí misma es impresionante por su gran tamaño y espectacular aspecto. Estalactitas penden del techo y, mientras los visitantes se adentran en las oscuras profundidades de la cueva, a su lado se yerguen paredes ennegrecidas producto de fuegos encendidos por familias nómadas en busca de refugio hace seis mil años.